
Tan sólo he encontrado una foto del diplomático zaragozano. En él aparece joven y elegante, mostrando la típica estampa que se podría esperar de un señor diplomático de los años cuarenta. Sus ojos traslucen fuerza, determinación, pero la fotografía no deja de ser formal y no es muy diferente de algunas que he visto en viejos álbumes familiares. Me pregunto si esa estampa de impecable caballero español le ayudó a camuflar las actividades ilegales (a ojos de las autoridades nazis).
Como muy bien nos cuenta el periodista Fernando Díaz Villanueva en un detallado artículo sobre este diplomático que murió sin recibir reconocimientos por su labor humanitaria, Ángel salvó la vida de miles judíos distribuyendo pasaportes a judíos húngaros como si fueran judíos sefardíes (de origen español), utilizando un decreto de Primo de Rivera que ya había prescrito por el cual se podía nacionalizar español a un judío sefardita. Tan sólo podía expedir 200 (previo soborno), pero se crearon muchos más, utilizando tretas ingeniosas al “inventar” diferentes series de pasaporte que nunca sobrepasasen el número 200. Otros diplomáticos en otros países europeos ya habían avisado de la muerte segura de los judíos a manos de las huestes de Hitler. Ángel fue un paso más allá y salvó a más de 5000 personas.
Es muy conocido el caso de Oskar Schindler, como comentaba en un post sobre una mujer extraordinaria, la polaca Irena Sendler. No lo es el caso de Ángel, u otros diplomáticos españoles que salvaron miles de vidas, aunque hayan sido reconocidos por Israel como “justos entre las naciones”. Ángel es uno de los 4 españoles con esta distinción que Yad Vashem (la institución creada para honrar a las víctimas y los héroes del holocausto) dedica a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista a las víctimas del horror nazi.