Wednesday 6 August 2008

Vislumbres de la India (II) - Ananda Mai

En mi anterior post escribía sobre el libro “Vislumbres de la India”. No quise incluir en él el fragmento que más me gustó, porque consideré que merecía un post aparte. Es una anécdota sencilla y a la vez profunda y lúcida. En 1963 el escritor recibió un telegrama donde se le informaba que le concedían el premio de poesía Knokke le Zoute. Octavio dudaba sobre aceptar el premio o no, porque para él la poesía era un acto íntimo, en sus palabras “un culto secreto, oficiado fuera del circuito público”. Si (también según sus palabras) los premios eran públicos y los poemas, secretos…debía aceptar el premio? Se encontraba en ese dilema cuando su amiga la novelista y ensayista Raja Rao, cuestionada en busca de consejo, le indicó que conocía a alguien quien, según ella, podía ayudarlo. El día después lo llevó a un ahsram (lugar de retiro y meditación) en las afueras de Delhi. El director espiritual era una mujer de mediada edad de ojos y pelo negrísimos, a quien Raja Rao ya le había contado el problema del escritor mexicano. Se llamaba Ananda Mai. Ananda le lanzó una naranja, casualmente, a modo de juego. El escritor la cazó al vuelo. Entonces, le regaló las siguientes palabras:“Sea humilde y acepte ese premio. Pero acéptelo sabiendo que vale poco o nada, como todos los premios. No aceptarlo es sobrevalorarlo, darle una importancia que tal vez no tenga. Sería un gesto presuntuoso. Falsa pureza, disfrute del orgullo… El verdadero desinterés es aceptarlo con una sonrisa, como recibió la naranja que le lancé. El premio no hace mejores a sus poemas ni a usted mismo. Pero no ofenda a los que se lo han concedido. Usted escribió esos poemas sin ánimo de ganancia. Haga lo mismo ahora…. Lo que cuenta no son los premios sino la forma en que se reciben. El desinterés es lo único que vale….”
Como correspondiendo a semejante regalo, el escritor nos deja un presente igualmente hermoso: la descripción de Ananda. En la Web encontré una vieja fotografía en blanco y negro que podría ser ella; pero yo la he dibujado a color, guiándome más por las palabras de Octavio que por la vieja imagen. Ha sido leyendo la descripción cuando he sentido la personalidad que la fotografía inicial no me había acabo de transmitir, y la que me ha permitido acabarlo. Como siempre, la he dibujado con humildad, sin más pretensiones que seguir la llamada interior de plasmar una visión que las palabras del genial autor mexicano me evocaban. No sé si la mujer de la fotografía era Ananda, pero para mí, el dibujo sí lo es. Como colofón no sólo os dejo el dibujo, sino la descripción de Octavio. Imágenes y palabras.
“Una mujer de unos cincuenta años, morena, el pelo negro suelto, los ojos hondos y líquidos, los labios gruesos y bien dibujados, los hoyos de la nariz anchos, como hechos para respirar profundamente, el cuerpo pleno y poderoso, las manos elocuentes.”

5 comments:

Anonymous said...

Preciosísimo dibujo. Me encanta.

Lo que le dijo la mujer a Octavio Paz tiene mucho sentido, pero eso no significa que sea el único enfoque sensato posible. Las palabras, usadas hábilmente, pueden explicar casi cualquier cosa. Lo que más perplejo me deja es que el escritor tuviera que recurrir a un tercero en busca de consejo para tomar una decisión tan personal. Mi interpretación: buscaba una excusa para aceptar el premio (que es lo que le pedía su ego) sin que su conciencia se resintiera demasiado, así que le fue muy bien encontrar a alguien con un halo místico que lo liberara a él de la carga de llevarse la contraria (traicionarse). Pero es que yo soy muy mal pensado.

Ciertamente, yo, de pensar lo que él pensaba, hubiera declinado la invitación. No creo que hubiera herido a nadie y él hubiera podido seguir mirando a sus convicciones a los ojos en el espejo. Seguro que alguien lo hubiera tachado de soberbio, pero los detractores, al igual que las piedras, se los encuentra uno en todos los caminos.

POEMA MONTOLIUIANO Nº6

Una vez muerto
ya sólo hay recuerdos,
en cabezas ajenas,
en memorias prestadas,
de terceros momentos.

Nuestra vida, pasajera,
es sólo un espejo
en el que se mirarán
los futuros viejos.

Nuestra vida, acotada,
es sólo su reflejo,
es una taza ya acabada,
es sólo poso sin café.

Tan breve que casi ni es,
cuando uno cree creer:
debe creer.
Por si acaso,
por el futuro,
por el espejo,
por los demás,
por lo que vendrá.
Aunque no quiera creer.

Esto es lo que yo le hubiera dicho a Octavio Paz.

¡Por el poder del azafrán!

Alfredo Chiviridipistoso (tengo celos, yo también quiero ser un chiviridipistoso, el chiviridipistoso escritor).

Anonymous said...

Hola soy Vin

Me ha encantado este post, como dicen todo está en la mente, en serio me ha gustado mucho.

De nosotros depende que el tráfico sea el ajetreo típico de la ciudad o un ruído infernal.

Como dicen en el Lie-Tsé " los que observan lo ven todo claro, los que están implicados están confusos "

Saludos ( Vin )

FESADI said...

Me ha gustado mucho la historia del premio y tu post. ¡Qué difícil es ser sensato! ¡Y qué suerte tener un buen consejero y, sobre todo, eschucharlo!

Besos

Bennet said...

Qué maravilla de blog, no sólo encontramos los dibujos y las reflexiones de la autora, sino que además hay lectores inpiradísimos!

La anécdota de Octavio Paz me recuerda que hay que echar por tierra cosas como "quien recibe halagos se echa a perder" pues no estoy de acuerdo y lo que hizo esa mujer lo demuestra. Un saludo

Marta Montoliu said...

Hola Monica!

Coincido contigo, y tengo que admitir que la calidad de algunos comentarios me abruma :-)
Sin duda soy una bloggera afortunada!

Marta