Monday 8 December 2008

Si

Si guardas en tu puesto, la cabeza tranquila,
cuando todo a tu lado es cabeza perdida
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan
y no desprecias nunca, las dudas que ellos tengan.
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera.
Si engañado, no engañas,
Si no buscas mas odio, que el odio que te tengan...

Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres,
Si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas, y los sueños no te hacen su esclavo.
Si piensas y rechazas lo que piensas en vano.

Si tropiezas el triunfo, si llega tu derrota,
y a los dos impostores les tratas de igual forma.
Si logras que se sepa la verdad que has hablado,
a pesar del sofismo del orbe encanallado.

Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría,
tus ganancias de siempre, a la suerte de un día,
y pierdes, y te lanzas de nuevo a la pelea,
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era.

Si logras que tus nervios y el corazón te asistan,
aun después de su fuga, de tu cuerpo en fatiga,
y se agarren contigo cuando no quede nada,
porque tu lo deseas y lo quieres, y mandas.

Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud.
Si marchas junto a reyes con tu paso y tu luz.
Si nadie que te hiera, llegue a hacerte la herida,
Si todos te reclaman y ninguno te precisa.

Si llenas un minuto envidiable y cierto,
de sesenta segundos que te lleven al cielo....
Todo lo de esta tierra, será de tu dominio,
y mucho mas aún, serás hombre, hijo mío

Rudyard Kipling

Sunday 9 November 2008

Kristallnacht

Hoy se cumplen 70 años de la Kristallnacht (noche de cristal en alemán; conocida aquí como la noche de los cristales rotos). La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 el gobierno nazi orquestó en Alemania y Austria una supuesta revuelta popular contra los ciudadanos y negocios judíos. Todo se debió al asesinato de un diplomático alemán en Paris por un joven judío que había estado intentando llamar su atención frente a las deplorables condiciones de deportación que miles de judíos alemanes estaban sufriendo, incluida su familia. Aunque hoy hay pruebas que el gobierno de Hitler estaba esperando un acontecimiento favorable para hacer estallar una revuelta organizada contra los judíos. Historiadores posteriores calculan que el 80% de los alborotadores eran miembros del partido nazi y miembros de las SS disfrazados de obreros, lo que da una idea de la orquestación tramada (por si los posteriores acontecimientos no fueran suficiente prueba).

Esa noche sinagogas, cementerios, tiendas y almacenes judíos fueron destruidos y más de 30.000 personas fueron arrestadas e internadas en campos de concentración – sin tener en cuenta que un alto numero de judíos fueron asesinados esa misma noche, en lo que fue un siniestro primer capitulo de “la Solución final” nazi, que ya se había puesto en marcha.

No he podido encontrar imágenes de la noche, tan solo he encontrado fotografías del día después, con transeúntes y curiosos observando los macabros resultados (sinagogas en ruinas, escaparates rotos o pintadas que rezaban “jude” y estrellas de David a modo de acusación). Todo ello quedó como testimonio mudo del inicio de las atrocidades que se cometieron en los años posteriores. Puesto que mi dibujo, como toda obra posterior, tan solo se puede contentar con plasmar los hechos una ve han transcurrido y expresar la modesta visión del autor, no he podido encontrar mejor imagen que la de los escaparates rotos, la de los trozos de cristal que parecen heridas en una sociedad que se empieza a desdibujar. En mi dibujo un alemán camina frente a los cristales hechos trizas. Me pregunto que debía pensar ese hombre. Si sentía miedo, horror, complicidad o tan solo se alegraba de no ser judío. El mismo Goering dijo, a propósito de la noche de los cristales rotos, que “debo reconocer que no me gustaría ser judío en Alemania”.

Sunday 26 October 2008

Albert Camus y “El Extranjero”

Estos días he estado releyendo “El extranjero”, la conocida breve novela de 1942 de Albert Camus. Lo he hecho por recomendación de la profesora de un curso de literatura al que asisto, no por motivación propia. Es curioso empezar a leer una novela con desgana y al volver a oír una voz lejana, como de un viejo conocido, que discurre a través de las páginas, recordar porqué no hubieses vuelto a ella si no te lo hubiesen pedido. Camus, no sólo en “el extranjero” pero muy especialmente en ese libro, me producía una sensación agridulce. Lo leí en mi adolescencia y me sentí azorada por el sentimiento de lo absurdo, de la falta de ética, de la aplastante realidad sin trascendencia que gobierna la vida del personaje. Claro que entonces, cuando lo leí, yo era muy joven y tenía pensada para mí una vida llena de ideales y máximas morales.
Han pasado muchos años y ahora, releyendo el libro, he desarrollado un entendimiento no sólo por la sinceridad de la novela, sino por el trasfondo ideológico que Camus sabe darle a cada hecho, trivial o trascendente. Precisamente por la precisión al transmitir un vacío moral que ahora veo con mucha claridad. En mi juventud podía intuirlo, formularlo en bonitas palabras, pero no lo podía sentir, hacerme verdaderamente consciente de él.
Camus nació cerca de Argelia, donde transcurre la acción de “El extranjero” y con su producción literaria luchó por alejar al hombre de las abstracciones, cualquiera que fueran (desde el cristianismo hasta el comunismo). Curiosamente, buscando fotografías del autor para dibujar, lo conocí riendo, con expresión nada sombría. Me hubiese figurado una estampa más seria, pero sin duda era una idea preconcebida alimentada de estereotipos. Al fin y al cabo, Camus siempre puso énfasis en el hecho de que la existencia humana es mortal, y en la importancia de reconocer ese hecho; en lo absurdo de concederle un sentido a nuestra vida más allá del simple hecho de su existencia. Pero no de forma trágica, sino puramente racional.
Así que lo he dibujado con mueca relajada, casi sonriente. Y con su eterno cigarrillo en los labios, como imagino a Mersault, su personaje en “El extranjero”.

Wednesday 8 October 2008

Käthe Kollwitz

Hacía varios días, demasiados, que no escribía. Razones no me faltaban, pero no son realmente una buena excusa cuando además se ha visitado recientemente el pequeño museo de Käthe Kollwitz en Berlín y se tienen tantas ansias de escribir sobre ello.
Käthe Kollwitz es una estupenda artista bastante popular en su Alemania natal (nació en Königsberg, en la antigua Prusia, aunque si hubiese nacido allí en la actualidad sería ciudadana rusa), pero no demasiado conocida fuera de sus fronteras. Käthe se casó con un médico y se instalaron en Berlín, donde vivió más de 40 años hasta que, al final de la segunda guerra mundial, fue evacuada a Dresde. Su apartamento quedó totalmente destruido en bombarderos posteriores, perdiéndose centenares de dibujos y pertenencias de la artista. Pese a ello, dejó una obra extensa de legado, una obra que aborda como nadie la tristísima época que le tocó vivir. Los desastres de la guerra, el dolor de las madres que pierden a sus hijos, los niños desamparados o el hambre fueron constantes en su oscura e impactante producción.
Käthe perdió a su hijo menor, de 17 años, en las trincheras de Francia durante la primera guerra mundial. Y a su nieto en la segunda. No es de extrañar que durante toda su vida fuese una activista vehemente que denunció la absurdidad de la guerra, y que plasmó a través de incansables series de dibujos no sólo el dolor sufrido durante el conflicto bélico, sino la terrible depresión económica que Alemania sufrió después de su derrota en la primera guerra mundial. Viendo los dibujos de niños hambrientos que Käthe dibujó en la década de los 20 (“No dejéis que Alemania muera de hambre! – escribió en uno) pensé en el posterior ascenso de Hitler y los penosos acontecimientos que siguieron a esa década de crisis, de todos conocidos. Käthe murió unas semanas antes del fin de la guerra. Ni ella ni su marido pudieron ver el fin de esa abominación que se había llevado a su nieto y a millones de personas como él, como tantos otros antes.
En esta ocasión deliberadamente no he dibujado su rostro, porque quería incluir algún dibujo suyo y que su fuerza y su mensaje tomasen la palabra. Quizás algún día me decida a dibujar cómo yo veo a Käthe, una artista que dejó un buen número de autoretratos. Pero eso es otra historia. Hoy quiero hablar del mensaje que ella tanto se esforzó a transmitir; y por eso he elegido el dibujo de una madre buscando a sus seres queridos entre los cadáveres de una batalla. Una linterna en su mano ilumina la oscuridad que reina en esos campos de batalla desolados. ¿Es quizás ella la mujer retratada, buscando a su joven hijo muerto? No importa. Para mí, Käthe Kollwitz retrató como nadie la tragedia alemana del siglo XX, y a través de ella el dolor de la guerra.

Sunday 14 September 2008

El ángel de Budapest

Decía en mi último post que dedicaría éste a un personaje que luchó en la guerra civil luchó en el bando contrario de Melchor, en el bando nacional. Y, sin embargo, como él, mostró unos valores que trascienden ideologías políticas. En tiempos donde esas ideologías separaban hasta límites inconcebibles para los hijos de la democracia, esos hombres actuaron con determinación y una enorme valentía. El personaje que he dibujado esta vez es Ángel Sanz Briz, un joven diplomático español destinado en la embajada de Budapest durante la guerra mundial que salvó de una muerte segura a miles de judíos y que por su nombre fue conocido como el ángel de Budapest. Otro ángel, otra ideología, otro país y otra guerra.
Tan sólo he encontrado una foto del diplomático zaragozano. En él aparece joven y elegante, mostrando la típica estampa que se podría esperar de un señor diplomático de los años cuarenta. Sus ojos traslucen fuerza, determinación, pero la fotografía no deja de ser formal y no es muy diferente de algunas que he visto en viejos álbumes familiares. Me pregunto si esa estampa de impecable caballero español le ayudó a camuflar las actividades ilegales (a ojos de las autoridades nazis).
Como muy bien nos cuenta el periodista Fernando Díaz Villanueva en un detallado artículo sobre este diplomático que murió sin recibir reconocimientos por su labor humanitaria, Ángel salvó la vida de miles judíos distribuyendo pasaportes a judíos húngaros como si fueran judíos sefardíes (de origen español), utilizando un decreto de Primo de Rivera que ya había prescrito por el cual se podía nacionalizar español a un judío sefardita. Tan sólo podía expedir 200 (previo soborno), pero se crearon muchos más, utilizando tretas ingeniosas al “inventar” diferentes series de pasaporte que nunca sobrepasasen el número 200. Otros diplomáticos en otros países europeos ya habían avisado de la muerte segura de los judíos a manos de las huestes de Hitler. Ángel fue un paso más allá y salvó a más de 5000 personas.
Es muy conocido el caso de Oskar Schindler, como comentaba en un post sobre una mujer extraordinaria, la polaca Irena Sendler. No lo es el caso de Ángel, u otros diplomáticos españoles que salvaron miles de vidas, aunque hayan sido reconocidos por Israel como “justos entre las naciones”. Ángel es uno de los 4 españoles con esta distinción que Yad Vashem (la institución creada para honrar a las víctimas y los héroes del holocausto) dedica a aquellas personas que, sin ser de confesión o ascendencia judía, prestaron ayuda de manera altruista a las víctimas del horror nazi.

Sunday 7 September 2008

El ángel rojo

En estos días en los que, a tenor de la iniciativa del juez Garzón, se ha estado hablando mucho de los terribles asesinatos durante la Guerra civil (ejecuciones masivas, despiadadas y en la mayor parte, que quedaron impunes), mi amiga Bea me ha pedido que dedique unas líneas a un personaje desconocido para mí hasta el momento. Se trata de Melchor Rodríguez, conocido como el ángel rojo. No solo era desconocido para mi, sino para la mayor parte de los españoles, como prueba lo difícil que me ha sido encontrar alguna foto suya para poner cara a la historia que también me ha enviado mi amiga. Quería saber que rostro tenía ese hombre que predicó con el ejemplo sus creencias (“Se puede morir por tus ideas, nunca matar”), incluso llegando al punto de poner su vida en peligro. Melchor fue un anarquista y sindicalista nacido en el barrio de Triana de Sevilla, que ya antes de la guerra se involucró totalmente en la defensa de los derechos de los presos, fuera cual fuera su ideología, lo que le costó la prisión en varias ocasiones bien durante la monarquía como la República. En 1936, al estallar la guerra, fue nombrado delegado especial de prisiones de Madrid. Desde allí, y enfrentándose con muchos dirigentes comunistas, consiguió evitar las “sacas” (traslados de grupos de reclusos que eran posteriormente fusilados, en sitios trágicamente famosos como Paracuellos de Jarama) y los “paseos nocturnos” (asesinatos de presos que habían sido puestos en libertad poco tiempo antes, normalmente por las noches), prácticas habituales esos días. Al acabar la guerra civil sólo sirvió prisión durante un año y medio gracias a los numerosos testimonios de personalidades a los que había salvado durante la guerra (incluyendo a prominentes falangistas como el general Muñoz Grandes), lo que denota el grado de reconocimiento que se había ganado a pulso en tiempos aciagos. Cuando me he puesto a estudiar su rostro para dibujarlo, me he encontrado con un hombre que se me aparece tranquilo, honesto, de mirada firme y sonrisa tímida pero sincera. Un hombre que sonríe interiormente, que puede ver que el alma humana puede ser mezquina, pero también capaz de algo mejor, y que luchaba por conservar la fe en la naturaleza humana a través de sus actos.
No es el último post que dedicaré al tema de esos héroes que salvaron vidas desde la posición que ocupaban: Así como Melchor lo hizo desde el bando republicano, mi próximo post lo dedicaré a otro personaje histórico no muy conocido que salvó muchas vidas desde el lado nacional. Si las guerras civiles se caracterizan por la violencia fratricida, olvidando ideales en muchas ocasiones, también es posible encontrar gente con valores sólidos que sobrepasan sus creencias políticas.

Sunday 17 August 2008

Guerra

El dibujo es duro, lo sé. Mientras lo dibujaba me tentó suavizarlo, como si una fuerza interior me llamase a hacerlo más lírico y menos inmediato, pero me parecía casi obsceno no mostrar el sufrimiento de un ser humano porque duele en el alma de quien lo dibuja, o de quien vea la obra acabada. Mis trazos se han revelado enérgicos, casi rabiosos. No me he sentido cómoda dibujando, pero si obligada a hacerlo.
Encontré la foto en el periódico hace unos días, en una fotogalería, y al no estar relacionada con un artículo concreto no sé donde está tomada, ni qué ofensiva provocó la desesperación de esta anciana, acurrucada, herida en el suelo. Pero no me importa, porque las guerras son guerras, siempre lo han sido y siempre lo serán. No hace falta remontarse a la guerra de nuestros abuelos – esa guerra fratricida –, a las atrocidades en las trincheras de la primera guerra mundial, los campos de exterminio de la segunda… las guerras siempre se cobran vidas y se nutren de la desesperación, del odio, del rencor nacido del miedo. Por eso no voy a hablar de esa guerra en Georgia con la que los medios de comunicación llenan sus páginas de agosto. No es la única que acontece en estos primeros años del siglo XX. Otras más se desarrollan impúdicamente, aunque no sea en suelo europeo. Tan solo voy a dejar un testimonio singular en forma de dibujo. Las tragedias, cuando navegamos en las particularidades de una persona en concreto (aunque sea una anciana anónima), siempre nos parecen más reales. Supongo que se deberá a un sentimiento de empatía, inconscientemente calibramos que algo tan terrible como una guerra podría pasarnos a nosotros, y entonces empezamos a comprender el sufrimiento de otras gentes.
No creo que la historia de la mujer que he dibujado acabase bien. Quizás ya esté muerta. Y me encoge el corazón saberlo, casi avergonzándome de apropiarme de su rostro desencajado para expresar mi particular testimonio contra una guerra, contra cualquier guerra.

Wednesday 6 August 2008

Vislumbres de la India (II) - Ananda Mai

En mi anterior post escribía sobre el libro “Vislumbres de la India”. No quise incluir en él el fragmento que más me gustó, porque consideré que merecía un post aparte. Es una anécdota sencilla y a la vez profunda y lúcida. En 1963 el escritor recibió un telegrama donde se le informaba que le concedían el premio de poesía Knokke le Zoute. Octavio dudaba sobre aceptar el premio o no, porque para él la poesía era un acto íntimo, en sus palabras “un culto secreto, oficiado fuera del circuito público”. Si (también según sus palabras) los premios eran públicos y los poemas, secretos…debía aceptar el premio? Se encontraba en ese dilema cuando su amiga la novelista y ensayista Raja Rao, cuestionada en busca de consejo, le indicó que conocía a alguien quien, según ella, podía ayudarlo. El día después lo llevó a un ahsram (lugar de retiro y meditación) en las afueras de Delhi. El director espiritual era una mujer de mediada edad de ojos y pelo negrísimos, a quien Raja Rao ya le había contado el problema del escritor mexicano. Se llamaba Ananda Mai. Ananda le lanzó una naranja, casualmente, a modo de juego. El escritor la cazó al vuelo. Entonces, le regaló las siguientes palabras:“Sea humilde y acepte ese premio. Pero acéptelo sabiendo que vale poco o nada, como todos los premios. No aceptarlo es sobrevalorarlo, darle una importancia que tal vez no tenga. Sería un gesto presuntuoso. Falsa pureza, disfrute del orgullo… El verdadero desinterés es aceptarlo con una sonrisa, como recibió la naranja que le lancé. El premio no hace mejores a sus poemas ni a usted mismo. Pero no ofenda a los que se lo han concedido. Usted escribió esos poemas sin ánimo de ganancia. Haga lo mismo ahora…. Lo que cuenta no son los premios sino la forma en que se reciben. El desinterés es lo único que vale….”
Como correspondiendo a semejante regalo, el escritor nos deja un presente igualmente hermoso: la descripción de Ananda. En la Web encontré una vieja fotografía en blanco y negro que podría ser ella; pero yo la he dibujado a color, guiándome más por las palabras de Octavio que por la vieja imagen. Ha sido leyendo la descripción cuando he sentido la personalidad que la fotografía inicial no me había acabo de transmitir, y la que me ha permitido acabarlo. Como siempre, la he dibujado con humildad, sin más pretensiones que seguir la llamada interior de plasmar una visión que las palabras del genial autor mexicano me evocaban. No sé si la mujer de la fotografía era Ananda, pero para mí, el dibujo sí lo es. Como colofón no sólo os dejo el dibujo, sino la descripción de Octavio. Imágenes y palabras.
“Una mujer de unos cincuenta años, morena, el pelo negro suelto, los ojos hondos y líquidos, los labios gruesos y bien dibujados, los hoyos de la nariz anchos, como hechos para respirar profundamente, el cuerpo pleno y poderoso, las manos elocuentes.”

Sunday 27 July 2008

Vislumbres de la India

Este fin de semana ha caído en mis manos el libro del premio Nobel mexicano Octavio Paz “Vislumbres de la India”.
Se trata de un ensayo que, según él, no pretende describir exhaustivamente la infinidad de aspectos que componen la cultura, historia, política o sociedad india, sino dar una visión general de esas áreas desde el amor que el escritor profesa al país. Pese a ello, el nivel de profundidad del libro en algunas áreas es más que notable. Además, su escrito está trufado de sus experiencias e impresiones de sus diferentes estancias en el gigante país asiático, que añaden amenidad al relato (Octavio Paz fue embajador en ese país desde el 1962 al 1968).
Personalmente ha sido muy interesante leer lo que en el libro se cuenta, más si se tiene en cuenta que en mi entorno de trabajo más inmediato hay 3 personas indias, y aún así soy una completa ignorante de la cultura de la que provienen.
Leyendo las descripciones que hace Octavio del país, detalladas evocaciones de sus recuerdos sensoriales y intelectuales, he sentido que compartía algo con el autor. He plasmado en dibujos los rostros de la India en múltiples ocasiones. Siempre he sentido algo especial e indescriptible al trazar con mis lápices de colores los rasgos de un expresivo niño de la calle de Bombay o una niña mojada por las lluvias del monzón. Este fin de semana, leyendo la descripción de los niños indios en las páginas de Octavio, he recordado un dibujo que aunque hace ya muchos años que hice, todavía ocupa un lugar especial en mi corazón: una niña de ojos negros, grandes y acuosos, de piel de azafrán y rostro curioso.
Quizás es ingenuidad, pero es hermoso sentir que pese a la distancia en el país de origen, tiempo, talento o carácter, hay algo que te une con un autor que respetas. A tu manera, y de forma tan oblicua como pueden ser los ecos de un continente y un país lejano.


Saturday 19 July 2008

Exploradores polares

Hace 3 días, el 16 de julio, se cumplían 136 años del nacimiento del explorador noruego Roald Amundsen, mundialmente conocido por ser el primero a llegar al Polo Sur durante una épica y finalmente trágica carrera con el inglés Robert Falcon Scott. Yo supe de la historia por primera vez por una canción de Mecano, y quizás por juventud, o por ingenuidad, cuando escuché la canción y averigüé la historia que contaba, se me antojó un poco trasnochada. Esos hombres con un ideal romántico, el de ser los primeros a pisar el Polo Sur, que sacrificaban su vida en medio de desiertos de hielo sin abandonar ni un solo momento su compostura y modales…. No podía entender bien sus motivaciones o su forma de vida.

Abandoné la historia, aparcándola en algún compartimiento de mi memoria bien archivada, hasta que el año pasado viajé a Oslo. Allí visité el museo del Fram, el robusto barco de madera que Amundsen utilizó en su conquista polar. Y fue en el museo donde me encontré con la fotografía que hoy he dibujado. Me cautivó desde un principio. La mirada del noruego, que a primera vista parece cansada, para después revelarse dura, casi desafiante. Su rostro curtido. El fondo oscuro, negro, como el alma de la Antártica.
He leído después sobre él, sobre las exploraciones polares. He conocido viejas historias plagadas de nombres que no había oído antes: Ernest Shackleton, Harald Sverdrup, o Fridtjof Nansen. Hombres que eran capaces de, pese a estar muriendo, cargarse con hasta 14 kilos de muestras geológicas (como hicieron los miembros de la expedición inglesa). Hombres como Amundsen, que pese a no hablarse con el capitán de dirigible Umberto Nobile y estar públicamente enfrentados, cogió su avión a los 56 años para ir a rescatar al italiano que había estrellado su dirigible en el hielo del continente helado. Amundsen murió en ese rescate y su cuerpo no fue nunca encontrado. No sabría decir bien porqué, pero mi forma de leer esos actos ha cambiado, y me parece entender mejor sus ansias de hacer algo que les superase, o de vivir acorde a unos principios en los que creían realmente.

Acabo este post con el último verso del poema Ulysses, de Tennyson, verso que inscribieron los miembros de la partida de relevo de la expedición de Scott en una gran cruz de madera en el sitio donde encontraron los cuerpos de los expedicionarios muertos: To strive, to seek, to find, and not to yield (Luchar, buscar, encontrar y no rendirse jamás)

Tuesday 8 July 2008

Tristeza en Nueva York

El sábado pasado la joven modelo Ruslana Korshunova se suicidó al tirarse por la ventana de su apartamento en la zona financiera de Manhattan. Tan sólo tenía 20 años, y ya había sido chica de portada en la edición francesa de Elle y en la revista Vogue de Rusia, además de hacer anuncios para Marc Jacobs, DKNY, Vera Wang y Christian Dior.
Seria demasiado fácil volver a constatar, leyendo tan triste noticia, que lo que nuestra sociedad nos vende como la felicidad sublime a la que podemos aspirar – belleza, juventud, dinero, éxito – no es más que un recipiente vacío. La verdadera felicidad tan sólo puede residir en nuestro interior.

Al ver la noticia recordé el cuadro de Frida Kahlo “el suicidio de Dorothy Hale”, pintado el 1938 – hace exactamente 70 años. Dorothy Hale también se suicidó tirándose al vacío desde su apartamento de Manhattan. Dorothy había sido una artista de cabaret, extremadamente bella, que hizo fortuna al casarse. Pero cuando su marido murió repentinamente, la dejó llena de deudas y al borde de la desesperación. Dorothy intentó empezar una carrera de actriz que no arrancó por ser considerada por todo el mundo como demasiado vieja. Tenía 33 años. Cuenta la leyenda que el 20 de octubre celebró una gran fiesta en su apartamento para despedirse, puesto que emprendía un largo viaje. En ella lució el vestido que había comprado con los 1000 dólares que Bernard Buruch, su rico y antiguo benefactor, le había dado con precisas instrucciones: “cómprate un vestido con el suficiente glamour para conseguir marido rico”. Y así la pintó Frida Kahlo, estrellada en el pavimento con el vestido nuevo y el marco del cuadro salpicado de sangre.

Separadas por casi un siglo, unidas por su extraordinaria belleza y por su trágica muerte, así las he dibujado a las dos; juntas, pero separadas. Es fácil dibujar a mujeres bellas, pero doloroso cuando sabes que detrás de sus miradas se escondía un vacío que nadie podía intuir. Lo he hecho en blanco y negro, no podía utilizar colores. No se miran, no encuentran a nadie. Tan sólo miran el vacío.

Ruslana lo tenía todo. Dorothy se vio desesperada al pensar que lo perdería. Pero las dos se lanzaron al vacío en Manhattan.

Sunday 29 June 2008

Eros, Thanatos y la entrevista a Sardá

Javier Sardá acaba de publicar una novela con Planeta: Eros, Thanatos y su puta madre.
Debo admitirlo, no me cae especialmente bien Javier Sardá. No me gustaba Crónicas Marcianas y después de ver varios episodios de Dutifrí, he llegado al punto de odiar ese programa (y de rebote a su creador). Dutifrí me parece una forma de conocer mundo que explota tópicos uno detrás de otro, que a veces parece rozar la mofa de lo que es diferente o “exótico”, y en el que Sardá se erige en absoluto protagonista. Y que conste que soy una viajera compulsiva y me encantan los programas de viajes, los documentales y las series que nos permiten viajar desde el sofá (os recomiendo Long Way Around y su secuela Long Way Down, con Ewan McGregor y Charley Boorman)
Entonces, por casualidad, leo la entrevista a Javier Sardá por Victor Amela, de la contra de la Vanguardia de ayer y me dispongo a recopilar más munición para mis críticas al periodista. Pero me encuentro con algunas frases que, aparentemente simples, esconden unas verdades como templos expresadas con ironía y con una claridad elogiable:

[JS] A veces, cierto vértigo. ¿Le ha pasado que durante un instante, al despertar o en duermevela, ha dudado de si está vivo o muerto?
[VA] Un sentimiento pasajero de extrañeza.
[JS] Yo no he vivido un solo día de mi vida sin pensar o sentir la muerte.

[VA] No parece divertido.
[JS] Mi madre murió a mis nueve años y... Me asombró descubrir que la gente hacía cosas sabiendo que moriríamos. Estupefacto, decidí que yo iría haciendo como los demás, a ver si algún día me llegaba la vida...
[VA] ¿Qué rasgo de su carácter se forjó ahí?
[JS] ¡La pasión! Saber vivir momentos de presente: de todas las desgracias posibles (atropellado por un camión, entubado en un hospital...), estar aquí hablando con usted es una desgracia menor.


Es curioso descubrir que el creador y su obra puedan estar a veces tan alejados – sobretodo en medios con la televisión, donde las “obras” son normalmente meros productos comerciales. Habría que ver si la novela está más cerca de la entrevista de la contra o de Dutifrí, aunque espero que sea de la primera. No creo que acabe comprándome el libro, pero sí debo confesar que no seré tan crítica con Javier Sardá a partir de ahora. Aunque sí con sus programas.

Saturday 21 June 2008

Suiza: Arte, fútbol y mercadeo

Suiza está de actualidad. La feria Art Basel y la Eurocopa 2008 tienen lugar en suelo suizo estos días. Son muchos los temas sobre los que se me ocurre reflexionar después de leer varios artículos sobre la feria de arte y el acontecimiento deportivo, pero un tema me ha llamado poderosamente la atención y más ahora cuando Rusia está jugando (y ganando) contra Holanda.
Parece que no hay crisis en el mercado del arte. Brad Pitt compra muebles de diseño casi a granel y Roman Abramovich se está haciendo con una colección de arte para quitar el hipo. El actor americano y Angelina hace poco adquirieron unas obras de Banksy (artista que me fascina, por cierto). La novia de Abramovich quiere “montar una galería o un museo”, no se sabe aún con seguridad, y hace días se comentaba que el magnate ruso era el comprador de dos lienzos de Freud y Bacon por los que pagó un precio tan alto que de hecho estableció un récord mundial en subasta para una obra de un artista vivo (Freud).
Precisamente Roman Abramovich es el propietario del Chelsea, el equipo de fútbol inglés. Es bien sabido que la compra no obedeció a razones sentimentales sino puramente comerciales. Intentó comprar otros equipos ingleses antes de acabar comprando el equipo londinense.
Para una apasionada del arte como yo, la compra compulsiva de arte reducida al puro mercadeo me hace daño en el alma. Los amantes del fútbol (entre los que me cuento) también hace tiempo que tuvieron que aceptar que el club por el que sudan, gritan y lloran sea tratado como un ente comercial. Pero no me sorprendo, ni mucho menos. En el mundo en el que vivimos las transacciones comerciales priman sobre todo lo demás, y el arte y el fútbol son sólo dos buenos ejemplos. Algunos dirán que el interés comercial en obras de arte y equipos es también una forma de asegurar su supervivencia. Otros, una consecuencia lógica del interés que suscitan: la ley de la oferta y la demanda. Yo me quedo con las emociones que nos provocan.

Sunday 15 June 2008

Fernando Vicente. "Literatura Ilustrada"

Este viernes, paseando por una librería con una amiga, encontré por casualidad el libro de Fernando Vicente “Literatura ilustrada”.
Me llamó la atención la portada por su calidad y también porque conocía esa ilustración pero no recordaba de qué. Ojeé el libro, de formato medio, y entonces me di cuenta que conocía sus ilustraciones del diario “El País”, y de su suplemento literario, Babelia. Con el libro he descubierto también portadas de libros que él ha creado y que desconocía, y me he maravillado ante la versatilidad de este “narrador que pinta” (como lo define Fernando Iwasaki en la introducción) capaz de crear cientos de imágenes que combinan a la perfección un talento gráfico indiscutible con unas arrolladoras ganas de contar cosas.

Mi amiga, una inglesa que no había visto ninguna de las ilustraciones con anterioridad, también quedó fascinada por las pequeñas obras de arte que plagan las páginas del libro: sonrisas de niños pícaros, paisajes chagallianos con libros como mudos habitantes o héroes de novela negra entre líneas de tinta derramada. Las dos nos quedamos durante largos minutos comentado algunos de los dibujos que nos sonreían o nos miraban con ojos inquisitivos delante de trasfondos de mapas, libros y atmósferas con reminiscencias de años pasados. Ahora el libro descansa aquí a mi lado mientras escribo estas líneas y me descubre pequeñas joyas cuando lo ojeo otra vez para buscar qué ilustración voy a incluir en este pequeño escrito. Me ha sido difícil, pero al final me he decidido por una ilustración publicada en el Pais el 2005, con varios escritores plasmados con su estilo tan personal. Quienes me conocen saben que soy una pintora de rostros, así que no es sorprendente que de entre todas las obras de Fernando Vicente sean sus personajes los que más me gusten.

Thursday 5 June 2008

Mercè Sala

Si hace unos días escribía unas líneas sobre Irena Sendler, hoy quiero escribir sobre Mercè Sala, quien hace 2 semanas murió con sólo 65 años de edad. Escribir y dedicarle un dibujo como hice con Irena. Al contrario que Irena, Mercè fue una mujer muy activa públicamente. Conocida por ser la primera mujer presidenta de Renfe, su carrera sin embargo fue muchísimo más que eso. Pero aquí no quiero centrarme en sus méritos políticos, sino en su calidad como líder y mujer al mismo tiempo. Por eso he dibujado a Mercè centrándome en sus ojos, inquietos y positivos al mismo tiempo. Mercè parecía siempre mirar a un futuro que quería ayudar a construir, y eso es lo que he intentado plasmar en mi obra.

Se me educó para pensar que, aunque quedaba mucho por hacer, las mujeres tenían los mismos derechos que los hombres y podían acceder a cualquier puesto que en el pasado tan sólo desempeñaban hombres. He tenido que darme cuenta a base de años de carrera profesional que aunque se ha avanzado mucho, en los órganos de dirección de las empresas las mujeres son todavía las menos. Quizás sea porque me he movido en el mundo de las tecnologías de la información, un mundo predominantemente masculino, pero la verdad es que todavía es muy difícil encontrar a mujeres ejerciendo puestos directivos, liderando equipos o simplemente al cargo de proyectos importantes. Por eso mujeres como Mercè han sido tan importantes para crear una cultura de la igualdad. Me gusta definir como cultura de la igualdad a una situación en la cual el sexo de un directivo no sea motivo de admiración, cuando hayamos asimilado que ser hombre o mujer no es un factor discriminante a la hora de elegir quién desarrollará un puesto de responsabilidad.

Yo nunca la conocí, pero sí he escuchado testimonios de gente que lo ha hecho, en primera persona. No hace mucho, durante un curso de edición y creación literaria al que asistía, tuvimos como ponente a un escritor joven que hasta hacía poco trabajaba en ocasiones de “negro literario”. Comentó que una de las pocas ventajas de ser “negro” era el tipo de gente con la que se podía relacionar para ejercer esta tarea: Ellos aportaban los conocimientos y el mensaje, y el joven escritor, el oficio literario. Pues bien, cuando en el turno de preguntas alguien le preguntó qué personajes le habían impresionado más, el escritor respondió sin dudarlo que Mercè Sala. Por su capacidad de liderazgo y de transmitir sus conocimientos. El padre de un amigo, que trabajaba para TMB (Transportes Metropolitanos de Barcelona) cuando ella los dirigía, me contó que la llamaban “la dama de hierro”, y que era admirada entre los trabajadores. Espero haber plasmado su mirada inquisitiva y optimista en mi dibujo. Siento no haberte conocido, Mercè.

Thursday 29 May 2008

Irena Sendler

Con menos de una semana se han producido las muertes de dos mujeres a las que humildemente me gustaría dedicar unas líneas y un dibujo. Dos mujeres diferentes, de países y épocas históricas diferentes, y dos muertes, al fin, también diferentes.
Son Irena Sendler y Merçè Sala. La primera murió a los 98 años, la segunda de forma mucho más prematura, con 65. Este primer post está dedicado a Irena, a la cual he dibujado con ternura y con todo el respeto del que he sido capaz.

Irena Sendler murió en el asilo polaco donde vivía, después de salvar a más de 2.500 niños judíos durante la segunda guerra mundial y de vivir una vida sin notoriedad pública bajo el régimen comunista. Irónicamente, fue un grupo de estudiantes americanos los que descubrieron su historia, ya caído el telón de acero, y su valentía junto con algunos detalles muy apropiados para el show business han hecho que Hollywood prepare una película sobre su vida: Fue descubierta, condenada a muerte y salvada cuando era conducida al patíbulo por un oficial nazi unido a la resistencia polaca. Me pregunto hasta que punto detalles como ése han influido en la decisión de trasladar su historia al cine.

A veces, deslumbrada por las historias de coraje que me llegan entre líneas dedicadas a los conflictos bélicos de este siglo, me he planteado si la valentía se alimenta de las dificultades de los tiempos que te toca vivir. En una sociedad descafeinada es muy difícil ser un héroe. Pero sin duda mi afirmación es injusta, puesto que durante los pasados conflictos fueron muchos los que traicionaron sus creencias y salvaguardaron lo que pudieron entre los pedazos de una vida rota, y pocos los que arriesgaron su vida por hacer lo que creían justo. Ella fue uno de ellos.

Irena trabajó como enfermera en el gueto polaco de Varsovia, y sacaba a los niños para alojarlos en casas de familias católicas. Visité hace ya años el barrio que se levanta donde estuvo el gueto, un barrio que es memoria viva de los horrores del holocausto, donde cada piedra parece no querer desprenderse de un halo de perversidad que aún impregna la atmósfera, enrareciendo el humor de los pocos visitantes que pasean por sus calles. No sé si habrá cambiado, pero en la Varsovia que yo visité, 50 años después del holocausto, la memoria del horror estaba aún muy presente.

Me embarga una extraña ternura al ver las últimas fotografías de Irena, con el pelo blanquísimo y una sonrisa permanente. Parece el rostro de una persona afable y en paz. Me gustaría adivinar como veía su vida en retrospectiva, pero tan solo puedo mirar sus ojos vivaces en las fotografías y recordar que, cuando se la calificaba de heroína, se enfadaba. Según ella, tan solo había hecho lo que le habían enseñado, ayudar a quien lo necesitaba. Y así he dibujado a Irena, sus ojos emanando luz y la sonrisa dibujada en sus labios.

Saturday 17 May 2008

Los niños de Morelia

Esta semana fuí a ver la obra de teatro “Los niños de Morelia”, en la pequeña Sala Muntaner. Se trata de una obra realizada conjuntamente por la compañía de teatro catalán "la Jarra Azul" y la mexicana "Conjuro Teatro", y escrita por Victor Hugo Rascón Banda, dramaturgo mexicano autor de más de 54 obras de teatro.

Cinco actores, tres mujeres y dos hombres, nos relatan la historia de los niños exiliados de la guerra civil española que fueron a parar a la ciudad de Morelia, en Mexico.

La obra hilvana escenas cargadas de significados que retratan el drama del exilio en la piel de los más jóvenes. La actuación de los cinco actores es soberbia. No es fácil representar el papel de niños y de adultos, a veces alternándolos de tal forma que tan sólo su discurso permite saber, después de unos segundos, que han cambiado de papel. Muy impactantes son los monólogos, especialmente los que al final de la obra nos explican la vuelta a España de unos actores-adultos para encontrar un país que ya no es suyo, o que no lo es como ellos quisieran que lo fuera.

Son varias las escenas en que los actores se mueven en un absoluto silencio. Cantan, se pelean, mueven los labios e incluso vomitan. Es un recurso que he visto más comúnmente en el cine, donde muchas veces se retratan escenas en silencio, o donde los diálogos enmudecen para dar protagonismo a la banda sonora. En esta obra los altavoces no emiten música en ningún momento, y sin embargo ésta juega un papel importante. Los actores-niños cantan canciones de la España Republicana en varias ocasiones, y estas proclamas revolucionarias resuenan como ecos de una quimera perdida de los que ellos son náufragos.

Cuando los niños duermen se retuercen en formas inverosímiles, las formas de sus sueños envenenados de aviones negros y cartas que dejan de llegar. Cuando juegan se ríen de cuál diferente es la forma de hablar de los mexicanos, aprendiendo poco a poco que ya nunca más serán totalmente españoles, pero tampoco llegarán a sentirse del todo mexicanos.

A cada escena, los actores van dejando objetos en una franja de arena blanca delante del escenario, con lo que al final de la obra descansan sobre la arena viejas pelotas de fútbol, cubos de agua, vasos de leche o aviones de papel.

Sin duda acertadísimo el discurso final, donde los actores declaman que fueron utilizados por todos. Republicanos y franquistas los utilizaron como mera propaganda, como hizo igualmente el gobierno mexicano. Las instituciones religiosas mexicanas los usaron como fuente de financiación, y muchos exiliados españoles como mano de obra barata.

Wednesday 14 May 2008

Conferencia “El universo femenino de Mo Yan”

Hoy he asistido a una conferencia sobre “el universo femenino de Mo Yan”, con la asistencia del propio autor en la Casa Asia de Barcelona. Era la primera vez que visitaba la Casa Asia, y he sido gratamente sorprendida por el edificio. Se trata del Palau Baró de Quadras, obra del modernista Puig i Cadafalch, en la Avenida Diagonal.
El auditorio Tagore estaba lleno e incluso había gente que ha escuchado al autor de pie. Mo Yan hablaba en chino, así que el traductor era imprescindible. Tan sólo unos cuantos chinos asentían con las observaciones del “Maestro” (como los responsables de Casa Asia y de la editorial Kailas, que ha publicado “Las Baladas del Ajo” le han definido) justo antes de que los demás entendiésemos de qué hablaba.
Mo Yan es un pseudónimo que significa “No hablar”. El autor nos ha contado que lo utiliza porque durante muchos años fue consciente que en China, cuanto más callado estuvieras, mejor. Además antes de los 5 años, en el ambiente rural en el que nació, el escritor casi no tenía a nadie con quien hablar. Y después de los 5, se despertaron en él unas ansias de comunicarse tan grandes que sus padres se asustaron. Por lo visto le recordaban continuamente la prudencia del silencio.
Una afirmación sorprendente fue que escribió “las baladas del ajo” en 35 días. “Grandes pechos, amplias caderas”, en menos de 3 meses. Pero las dejó madurar durante años. En algún momento siente la chispa que enciende el fuego de la creación, algún episodio particular que desencadena la escritura de la novela, y entonces escribe. Decía jocosamente que de los 30 años de carrera como escritor, quizás había estado escribiendo tan sólo 3.
También me ha llamado la atención que mencionase la falta de alimento como el principal problema al que veía enfrentarse la humanidad. La hambruna es la peor experiencia que se puede dar, decía. Y sin duda, viniendo de una persona nacida el 1955 en China, justo antes del Gran Salto Adelante, es una opinión a tener muy en cuenta.
Cuando ha llegado el turno de preguntas (muy breve, tan sólo quedaban 5 minutos), un hombre ya mayor ha preguntado algo que mucha gente en el auditorio temía que alguien preguntara. Aunque no tenía nada ver con el tema de la conferencia (el universo femenino del escritor), la pregunta ha versado sobre la cuestión del Tibet: independiente o integrado en China? Se han oído protestas en el público y signos de desprecio – “qué hace este hombre preguntando esto? - No viene al caso…- Desde luego…”. Mo Yan ha contestado y el traductor no lo ha traducido. El centenar de personas congregadas allí levantaron la voz de repente y miraron a todos lados para denunciar que no se traducía … Los mismos que antes habían reprobado la pregunta, ahora se agitaban inquietos en las sillas para saber qué dijo. De repente, dos chicas de rasgos asiáticos (seguramente chinas) aplaudieron con fervor las palabras de Mo Yan. Su reacción no hizo sino avivar el interés de los demás en lo que el autor había dicho. Quedaba claro que su respuesta no habia sido esquiva. Los enérgicos aplausos denotaban que había tomado partido. Pero que había dicho? Más tarde oí rumorear en la cola para devolver los aparatos de traducción automática que Mo Yan había respondido “un país unido está en paz”. La actitud del público fue, sí, un poco snob. Estábamos allí para oír de literatura pero el morbo de saber qué opinaba el autor nos pudo. Yo, aunque me cueste admitirlo, también pregunté, curiosa, para saber qué palabras no se habían traducido.